Como madre que vivo sin mis hijos involucrados en mi vida, mi corazón está continuamente agobiado por ellos. Tiendo a animar a otros sobre este tema la mayoría de las veces, debido a lo que Dios me ha mostrado al aprender a esperar en Él a través de la oración.
Aquellas de nosotras que somos madres conocemos a nuestros hijos mejor que nadie. Conocemos sus esperanzas, sus miedos, compartimos sus lágrimas y conocemos sus inseguridades. Conocemos sus sueños, conocemos sus dones y conocemos sus habilidades. Durante los momentos en que nos sintamos aislados de su vida, no renuncies a lo que sabes que Dios está haciendo. Crees que Él está trabajando, ¿lo crees así?
Dios nos da autoridad para orar por nuestros hijos. Es lo más importante que podemos hacer como padres. Algunos de nosotros no podemos estar con nuestros hijos por razones desconocidas, ¡pero Dios sí puede! Y puedes CONFIAR que Él estará con ellos cuando ores para que Él lo haga.
Cada vez que intercedas por sus hijos, ore una bendición sobre ellos y ore por sabiduría y discernimiento en las decisiones que tomen.
El enemigo les tiende trampas, pero debemos orar para que nuestros hijos rechacen el mal. Orar con ganas. Tu oración es vital para mover la mano de Dios sobre sus vidas.
Cree y confía con todo tu corazón en que Dios escucha tus oraciones y te entregará a tus hijos para que adoren juntos, con toda la plenitud que Dios quiso. ¡Tienes esperanza, no pierdas la esperanza!
Confía y ten fe en que Dios los está cuidando. Después de todo, ellos son Sus hijos primero y Él te los ha confiado por un tiempo. Errores que cometiste en el pasado o no, Dios es muy consciente de tu situación y de tu corazón. Recuerde, ¡Él obra TODAS las cosas juntas para bien!
Con Dios todo es posible.
“¿Por qué estoy desanimado? ¿Por qué mi corazón está tan triste? ¡Pondré mi esperanza en Dios! ¡Lo alabaré de nuevo, mi Salvador y mi Dios!” (Salmo 42:11)
Él te tiene a ti, me tiene a mí, ¡y los tiene a ellos!
Dios siempre puede abrir un camino donde parece que no hay manera. Me mantengo fiel al hecho de que algún día estaré compartiendo una historia de victoria triunfante en Jesús. Por favor, mantén la esperanza conmigo.