El pecado destruye pedazos de nuestra alma y con suficiente pecado en nuestras vidas nos convertimos en un montón de pedazos rotos. Lo sé porque antes de convertir a Jesús en el centro de mi vida, yo era un montón de sueños aplastados, tristeza, un corazón roto y una vida desmoronada.
La santidad de Dios me purificó y me ayudó a separarme de todo lo impío.
Te insto a que permanezcas en la presencia de Dios y seas consciente de tus fallas, no te detengas en ellas. La santidad de Dios no quiere que te sientas mal contigo misma de una manera que te lleve a la depresión, Él quiere que seas consciente y te sientas atraída por “Su santidad” de una manera que te lleve a la restauración. La santidad de Dios nos convence, no nos condena.
Podemos ser liberados con estas escrituras:
“Dios no envió a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él”. (Juan 3:17)
“Acércate al trono de la gracia con confianza, para que podamos recibir misericordia y encontrar la gracia que nos ayude en nuestro tiempo de necesidad”. (Hebreos 4:16)
Podemos acercarnos a Dios en cualquier momento, sabiendo que Él quiere que estemos allí y que limpiará nuestros corazones y nos hará más como Él.
Oh, cómo deberíamos desear ser más como Él.
Pídele a Dios que te ayude a comprender Su santidad. Ore para que su vida ya no tenga que ser un montón de piezas rotas, sino una montaña de preciosas promesas por las que ahora puede vivir y mantenerse firme.