EMPODERANDO VIDAS CON UN PROPÓSITO:
Escritor invitado: WWL Staff, Lauren Dean
El quebrantamiento existe en todas partes del mundo. Podemos vestirnos diferente, comer diferente, vernos diferentes, hablar diferentes idiomas, pero la forma de reunirnos con Dios es la misma para todos. Es a través de Jesucristo. En Juan 14: 6 Jesús dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí”. Dios derriba el muro que nos separa de Él, a través de Jesús y el Evangelio.
Vemos en la Biblia muchas veces referencias a “todas las personas”, “todas las naciones”, “personas de todas las naciones, tribus, pueblos e idiomas”. Dios quiere llegar a las personas en todas partes. Él cumplirá su misión y nos manda que participemos en ella con él. Dios nos salva y luego nos envía a contarles a otros acerca de Jesús.
En Mateo 28: 19-20 Jesús da La Gran Comisión donde dice: “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a obedecer todo. Yo te lo he mandado “.
Si la misión y el corazón de Dios es que todo tipo de personas lleguen a la fe, entonces, como cristianos, ese debería ser también nuestro corazón y nuestra misión. Dios nos llama a mirar más allá de las barreras culturales y permitir que nuestra identidad cristiana sea la prioridad. Nuestra cultura y diversidad deben celebrarse, pero no deben actuar como un muro que nos impida compartir el Evangelio con personas que pueden ser diferentes a nosotros, y nuestra cultura no debe ser más importante para nosotros que nuestra identidad y misión cristianas.
Todavía existen lugares en el mundo donde la gente ni siquiera ha oído hablar del nombre de Jesús. Tal vez algún día Dios te llame a ir a una cultura diferente para predicar el Evangelio, pero no tienes que esperar para ir al otro lado del mundo a otro país para ayudar a todo tipo de personas a llegar a la fe. Puedes comenzar hoy con las personas que Dios ha puesto en tu camino y en tu vida ahora. Ora por oportunidades para compartir el Evangelio con otros y para que el Espíritu Santo te dé la audacia de pronunciar el nombre de Jesús justo donde se encuentra hoy.