EMPODERANDO VIDAS CON UN PROPÓSITO:
Muchas de las que estamos casadas tenemos la oportunidad de ministrar a diario con nuestros cónyuges. Algunos tienen esposos creyentes, mientras que en algunos matrimonios el esposo no camina con el Señor.
La Biblia dice: “Pensemos en formas de motivarnos unos a otros a realizar actos de amor y buenas obras”. (Hebreos 10:24)
Lo primero que aprendí al estudiar sobre el matrimonio hace años es aceptarnos como somos. Entiende que Dios tiene un plan para cada vida. Se logrará mucho más si esto se hace y se comunica con amor y comprensión.
Doy gracias a Dios todos los días por mi esposo creyente y oro por mis hermanas que luchan con sus seres queridos que todavía no caminan con Jesús.
¡No te rindas! ¡No digas nunca! Te animo a que puedes marcar la diferencia si Él llega a ser un seguidor de Cristo o no.
Ora con regularidad y con gran detalle sobre su vida. Aprenda su lenguaje de amor y lo que le hace responder positivamente y háblelo con regularidad. Necesitas convertirte en el agente de Dios para ayudar a tu cónyuge a sentir el amor de Dios. Sé que no siempre es fácil, pero Dios te dará la fuerza si se la pides.
Necesitamos animar a nuestros hombres a hacer cosas más grandes y poderosas. A todo el mundo le gustan las palabras de aliento, ¿no es así? El amor y el servicio son dos formas de encender llamas para lograr que las cosas se logren en el Reino de Dios. La gente responde a ambos, y más aún, a dos personas casadas.
El matrimonio está diseñado para ayudarnos a hacer más por el gran futuro del reino de Dios. Hay esperanza para tu hombre y tu matrimonio. Puedes vivir una vida significativa con él y marcar la diferencia en nuestro mundo. Ten fe y cree esto y no dudes de las mentiras del enemigo. Se necesita hablar a diario con Dios y preguntarle qué es lo que debe hacer para estar iluminado y ser el faro de tu propia casa.
Agradece a Dios de antemano por los planes que tiene para tu hogar, porque los tiene, solo necesitas pedirle a diario que te muestre cuáles pueden ser.
“En cuanto a mí y mi casa, serviremos al Señor”.
… Y recuerda, no sirvas con una actitud orgullosa y santa, sino con un corazón humilde de una sierva. Es lo que estamos llamadas a hacer como seguidoras de Cristo.